sábado, enero 21, 2012

Guerrero de Sangre

El frio de su voz opaco las risas de un futuro que nunca fue predecible, entro tan hondo como el filo de sus manos que hurgaron en mi luz, robándose el tiempo que nunca tuve cuando de su ultimo respiro  pronuncio mi nombre y este se perpetuo en los latidos de mi corazón como una maldición; corrí tan lejos como mis pies me dejaron, pero ahí estaba al lado de mi sombra el eco insondable que me llamaba, que conjuraba a mi ser para que juntos bailáramos en la oscuridad de las penumbras y el brillo de las estrellas que codificaban nuestro destino de nuevo. 

Yo un día fui feliz, mis ojos solo tenían un norte que era señalado por sus labios y la destrucción de los glaciales eran golpes de furia de los dioses por ver que la luz que ambos emanábamos avergonzaba su existencia. Orión era su nombre y yo un mortal que solo viajaba de paso por los instantes de este mundo lleno de coincidencias y casualidades y una de ellas o el destino mismo nos cruzó, inevitables ambos nos negamos a morir sin el otro y acertamos en ser indestructibles, un segundo ya no era un tiempo era solo el infinito en sus ojos, una estrella fugaz que lucha por ser un deseo realidad; mi manos fueron su pilar su cuerpo fue mi regazo y la eternidad nos negó la ambrosia de amar y una noche donde las estrellas murmuraban mientras mis pasos iban lento como de 100 años la briza de un ángel congelo mi piel y me detuvo en el tic tac, no pude gritar ni moverme, de golpe estaba enfrente de mi guerrero suspirando por última vez  secando mis lágrimas, enmudeciendo mis lamentos que se ahogaron dentro muriendo al mismo tiempo que el brillo de sus ojos.
Las estrellas se opacaron y el cielo quedo despejado como un desierto, las oníricas emigraron en silencio a llorar sin consuelo, el mundo gira incontables veces y yo me quede estático, en silencio sin una explicación; casi indestructible mi temor de gritar aún sigue dentro a la espera de que su voz abandone mi corazón y le deje latir furico como una bestia cabalgante ante el mar que nos vio nacer y que recibe tu ser, puñado de estrellas que brillan bajo la luna llena