martes, junio 15, 2010

Jo.Ca.Ro.Go


El día casi ya termina, camino sin la preocupación de las horas que se van, el mundo sigue su curso, yo sigo mi camino; lento con pasos de cien años desgastando la mirada contra el piso haciendo dibujos con las marcas del pavimento y dejando que la imaginación vuele un poco dejando por un rato esta aburrida realidad… Los mejores días, son los días ordinarios; donde no esperas que nada suceda o que las cosas a suceder son las que menos esperas… Hay un caballito de mar jugando en mi zapato y una medusa que se me sube por entre la media, si la gente entendiera que vivir es tan fácil no se complicarían con la idea de morir.
El sol cae ya como un soldado abatido y las penumbras tenuemente abrazan el firmamento, una sombra desdibuja mis pececitos en el pavimento, dejando deshabitada de lucidez mi ávida mente que despierta in sorprendida de volver a la realidad; mis ojos buscan entre tantas imágenes algo que me dé el valor de no aburrirme, no encuentro nada que sacie mi curiosidad… Estoy en silencio, el aire de la nueva noche me abraza el rostro, extiendo mi mano para acariciarle yo también, mis ojos se entre abren y allí enfrente mío estaba él, con su caminar pausado y distante del resto del mundo tan cerca de mí y yo tan lejos a su vida, su rostro parecía perfecto, miraba sin afanes a su alrededor, pero yo era invisible a su presencia, sus pasos cada vez estaban más cerca de mí y él parecía también dibujar cosas en el pavimento, el cielo se oscureció mas y su sombra me envolvió de pies a cabeza, soy tan pequeño que podía caber en su mano; sus ojos diminutos le brillaban con un misterio que me enmudecía, su mano era delicada y en ella yo pude ver sujeto mi destino, yo estaba petrificado este día ordinario sin premeditación alguna ya era alucinante con su inesperada presencia. Sus labios se movieron un poco hablaba algo para sí mismo y yo deseaba que fuera mi nombre el pronunciado; un nombre que quizás el ni recuerde, sus boca es delgada roja y serena, guarda un secreto que desearía descubrir en mis labios y que atesoraría como un suspiro… su piel es blanca parece la extensión de las nubes del cielo y en su cuello dormiría para llegar a su oído y contarle historias de un día en que yo deje de ser alguien ordinario para ser casi preso de su silencio…
Paso por mi lado el viento que dejo su paso me recorrió el cuerpo y me dejo fría el alma, no me vio, simplemente paso de largo sin saber que yo era quien estaba esperando este momento para decirle “hola, ¿como estas?”, pero estaba ahí inmóvil casi inconsciente después de su paso y quede con la misma insatisfacción y el mismo deseo de volverle a ver y ser descubierto por sus ojos y quedarme allí por un momento más… La noche es ahora un cómplice dibujo entre las estrellas un deseo y la luna no me deja de decir que ya me lo han concedido…

No hay comentarios:

Publicar un comentario